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Aunque la importancia del hardware es innegable, no es lo más importante ni lo único en lo que debemos fijarnos a la hora de juzgar un smartphones. Las sensaciones que el producto deja, como conjunto, es lo que realmente importa.
En el mundo de los automóviles, encontramos dos tipos de compradores diferentes: los que buscan diversión y los que buscan confort. Los primeros, tienden a adquirir coches de motores potentes y, en general, una mecánica más deportiva, aunque en el 90% de las situaciones no puedan exprimir esa mecánica (debido a las regulaciones de seguridad impuestas por los gobiernos del país). Los segundos, en cambio, no buscan motores tan potentes ni mecánicas tan deportivas, sino que buscan más suavidad y más comodidad; prefieren el it just works al I need more power.
En el mundo de la telefonía móvil, ocurre algo relativamente similar. Los fabricantes se empeñan en aumentar el hardware de los dispositivos como si no hubiese parte más importante. Y la gran mayoría de los usuarios siguen ese juego, anteponiendo el hardware a todo lo demás. ¡Cuántas veces he escuchado “este es mejor porque tiene más núcleos” o “este tiene 20 megapíxeles, que pedazo de cámara”! Apreciaciones que, si bien no son erróneas, no son totalmente ciertas.
Motorola es un claro ejemplo de cómo las especificaciones no importan
Por tener más núcleos o que estos sean más rápidos, la experiencia no es necesariamente mejor. Al igual que por tener más megapíxeles, la cámara de un dispositivo no es mejor. En ambos casos influyen elementos como el software, que pueden alterar el rendimiento drásticamente. Ejemplo de ello es el Moto E, un smartphone que cuenta con un hardware bastante inferior al de un Samsung Galaxy S5 y, en cambio, es capaz de ser más rápido que este en varias tareas.
Así pues, podríamos decir que juzgar únicamente a un smartphone por sus características técnicas es un grave error. Pero, ¿entonces qué parámetros debemos seguir para decidir entre un smartphone u otro? Muy resumidamente, los feelings (sensaciones, en inglés).
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Apple es otro claro ejemplo de cómo las especificaciones no lo son todo.
Dejen de fijarse en el hardware. Lo que realmente importa es la experiencia de usuario
Esas sensaciones que nos deja un smartphone cuando lo utilizamos en la mano es lo que realmente importa y lo que realmente va a hacer que quedemos satisfechos con un dispositivo u otro. De nada sirve tener 20 megapíxeles como el Sony Xperia Z1 si después el posprocesado destruye las imágenes que captura el sensor. Tampoco sirve de mucho tener 4 núcleos si después, al presionar el botón home, tarda varias décimas de segundo en responder. Lo que realmente importa es el resultado final, el cómputo global. Y es que, la suma de sus diversas partes por separado no siempre es igual a la suma de estas en conjunto. Hay casos, como el Moto X, en el que la suma de sus partes es mayor que estas individualmente. Similar a lo que ocurre en fútbol: no siempre gana el que mejores jugadores tiene, sino el que más compenetración entre estos muestra. Un ejemplo claro: la selección española siempre ha tenido grandes jugadores, pero hasta que estos no han encontrado un sistema de juego (el toque) que consiga enlazarles entre sí, no han sido capaces de conquistar títulos.
Dejando las comparaciones con el mundo del fútbol, no podemos negar que el hardware es una pieza fundamental en esas sensaciones y en esa famosa experiencia de usuario que un producto es capaz de proporcionar, pero no es ni mucho menos la única. Por lo tanto, es un completo error continuar juzgando a los dispositivos por su hardware en lugar de su experiencia de usuario, pues al final del día, el hardware es totalmente invisible al usuario, y lo que realmente percibimos son esos feelings y sensaciones que el producto, como conjunto, es capaz de proporcionar.